El sur de Francia está plagado de ciudades señoriales, de pueblos antiquísimos increíblemente preservados, de puertos encantadores y de deliciosa gastronomía allá donde paremos. Por eso es complicado elegir qué visitar. En este viaje de 8 días por las regiones de Occitania y Aquitania, de las ciudades de Toulouse a Burdeos visitando pueblos medievales, hemos descubierto un lugar donde elaboran los mejores foies y patés, otro donde crían las mejores ostras, hemos callejeado también por ciudades sorprendentes como Montpellier y Narbona, hemos retrocedido hasta la Edad Media para adentrarnos en Carcasona, una de las ciudadelas medievales mejor conservadas, y hemos subido a la duna más grande de Europa, entre otras muchas visitas imperdibles.
Texto y fotos: Manuela Caler

Toulouse
Toulouse es una ciudad a la que le caracterizan dos grandes tópicos: sus estudiantes (por ser una ciudad universitaria) y su producción de aviones para el resto de países del mundo. En nuestro primer día, la llegada tuvo lugar en Toulouse y como no puede ser de otra manera, visitamos la Place du Capitole donde se encuentran el Ayuntamiento y un teatro con el mismo nombre. La basílica de Saint-Sernin destaca por tener un ladrillo muy vistoso y un campanario con forma octogonal que atrae los ojos del turista.

Le Jardin Royal es un lugar emblemático ubicado en el corazón de la ciudad compuesto por un flora impregnada de frescura y de unos colores verdes tan intensos que no dejan indiferente a quien lo visite. Al mismo tiempo, en esos jardines hay pérgolas, lagos y otras construcciones ornamentales que le dan un aspecto muy decimonónico. Análogamente, Le Jardin Japonais es una fuente de inspiración natural de origen japonés con la que cuenta la ciudad. Sus plantas y puentes exóticos te invitan a viajar a este país oriental.

El Canal du Midi, el monumento a los combatientes caídos en la Primera y Segunda Guerra Mundial o le Pont Neuf sobre el río Garona ornamentan la ciudad y su paseo por ellos te mimetiza con el entorno.

Cordes sur Ciel
Nuestro siguiente destino fue Cordes sur Ciel, un pueblecito medieval con muchísimo encanto con el que me quedaría como uno de mis preferidos por todo lo que pasear por sus calles trajo a mi memoria: ferias y mercados medievales, gentes y tiendas de la época… Todo eso se respira en este pueblo que se puede ver al completo en unas dos horas aproximadamente. Eso sí, es muy importante tener presente que las subidas por sus calles medievales son permanentes, de ahí el homenaje al nombre de esta localidad: sus cuestas empinadas parecen tocar el cielo.

Se encuentra a unos 85 kilómetros de Toulouse, lo que es equivalente a una hora y quince minutos de viaje en coche. Antes de marcharse de Cordes sur Ciel, recomiendo probar el foie de canard de este lugar porque es realmente delicioso.

Albi
Nuestro segundo día transcurrió en Albi, otro pequeño pueblo de carácter medieval que se encuentra a unos setenta y siete kilómetros de Toulouse y donde está ubicado el museo de Toulouse-Lautrec. En él pudimos contemplar las famosas obras de este pintor, entre ellas, la del famoso cartel de Chat noir.

Albi cuenta con la catedral de Santa Cecilia de estilo gótico, con los jardines del Palacio de la Bérbie y con el Pont Vieux como puntos emblemáticos de visita de este lugar.

Montolieu
Montolieu fue nuestro siguiente destino. Continuando con la ruta medieval de pueblos franceses, llegamos hasta Montolieu. Nos encandilaron los girasoles de sus campos, las numerosas pequeñas librerías de esta localidad, su Centro de Arte y Literatura y la iglesia de San Andrés.

Montpellier
Seguidamente, nos fuimos a Montpellier, una ciudad universitaria con un aire muy fresco y juvenil, moderna, monumental y cautivadora. Retuvimos en nuestra memoria como lugares emblemáticos La Place de la Comédie, la Fuente de las Tres Gracias, la Torre de Babotte, La Place de Martyrs, la Catedral de San Pedro, el Arco del Triunfo, la iglesia de Saint Roch, La promenade de Peyrou y el acueducto de San Clemente, el antiguo anfiteatro de Saint-Côme, el barrio de arte contemporáneo de Sainte-Anne, el museo Fabre y el Jardín Botánico.

Narbona
Narbona (Narbonne en francés) fue nuestro siguiente destino: una ciudad portuaria más bien decadente a la que le envuelve un romántico canal que invita a la calma y a la tranquilidad cuando uno pasea por la ciudad. En esta ciudad, también paseamos por la Vía Domitia (primera calzada romana que se construyó en Francia). Visitamos el Ayuntamiento, el Palacio de los Arzobispos, la Catedral de San Justo y San Pastor, la Basílica de San Pablo, el mercado Les Halles, la Capilla de los Penitentes Azules y la Capilla de Santa Belén dentro de la Catedral.

Carcasona
Como no podía ser de otra manera, Carcasona (Carcassonne en francés)era un destino de visita obligatoria en nuestra ruta camino a Burdeos. Esta ciudad tan medieval nos transporta a los cuentos de nuestra infancia en los que aparecían fortalezas, pasadizos y enigmas por descubrir. Subir a su fortaleza y pasear por todas las calles que la circundan y observar toda la ciudad y la naturaleza desde arriba es un regalo para los sentidos. Fotografiar puestas de sol con el fondo medieval de Carcasona es inigualable.


Sarlat
Antes de arribar a Burdeos pasamos un día y una noche en uno de mis pueblos medievales preferidos: Sarlat. Este pueblo se caracteriza por criar gansos y ocas para elaborar posteriormente los mejores foies y patés franceses. Es un gran placer recorrer sus calles tan pintorescas que hacen volar tu imaginación hacia historias antiguas y enigmáticas. En este pueblo degustamos uno de los desayunos con más variedad de mermeladas caseras que no podían estar más deliciosas.

Burdeos
Llegamos a Burdeos, la pequeña París: una ciudad moderna y cosmopolita, con numerosos estudiantes que llenan las calles a su paso para dirigirse a la Universidad. Estilosa y elegante a partes iguales, Burdeos es una ciudad muy monumental y con una gran riqueza cultural y gastronómica especialmente en vinos y en postres como el magnífico y delicioso canelé (pequeños bizcochos típicos de Burdeos que tienen forma de cilindro y están caramelizados por fuera y son suaves y gomosos por dentro).




Saint-Émilion
Saint-Émilion es otra localidad que visitamos que se caracteriza por sus abundantes viñedos y la producción, por tanto, de los mejores vinos franceses, así como por su iglesia monolítica cavada en una roca bajo tierra. Esta iglesia se levanta majestuosa en lo más alto del pueblo quedando todo este a sus pies.

Arcachon y la Duna de Pilat
Arcachon y la Dune du Pilat fueron los últimos lugares que visitamos en nuestro viaje. Arcachon es un pueblo costero dedicado, sobre todo, a la cría de ostras.


La Duna de Pilat (Dune du Pilat en francés) es la duna más alta de Europa, a la que ascendimos para ver cómo el mar quedaba a lo lejos una vez arriba creando así una impresionante vista.



Yahaira
7 de agosto de 2021Hola!!! Me encantó tu viaje!!! Podrías decirme en qué pueblos pernoctaste durante la ruta?