El legado que los artistas dejaron a París

Impronta romántica, estertor dramático o cadencia nostálgica… París rezuma por cada uno de sus muros, de sus paseos, de sus tejados, el legado de los artistas. Le dejaron en herencia, en agradecimiento quizás, cada una de sus palabras, de sus personajes, de sus lienzos..

Texto y fotos: Ascen Manzano

Plasmar el amor con un candado en el Pont des Arts se ha puesto de moda entre las parejas que visitan París. Los «candados del amor» son de todas las formas, colores, tamaños y estilos.

Los paisajes de los Campos Elíseos son cuadros impresionistas, los tejados parisinos una escena de cine, los cafés un relato romántico de amores imposibles… París es hoy su historia, pero sobre todo, el espíritu de lo que evocaron sus artistas hasta crear mitos.

La Torre Eiffel muestra su silueta de noche gracias a sus 352 proyectores de 1,000 watts

Con el espíritu aún de «bon voyage» voy a intentar desmontar alguno de esos mitos creados en mi cabeza. Llegué a la capital del amor mirando hacia arriba, pensando que la Torre Eiffel vigilaba desde lo alto la ciudad. Sin embargo, es pequeña, comparada con la imaginación, y enorme cuando traspasas sus entrañas. Como el buen amor: Impresionante más por dentro que por fuera.

Los Campos Elíseos son un paisaje impresionista, sin embargo no pude dejar de pensar en el Tour de Francia, con los ciclistas llegando al final de la avenida, ni paró en mi cabeza el runrún de la marsellesa. Como quien no quiere la cosa, también te impregna el Prêt-à-porter, sin más comentario que el de un escaparate, pura superficialidad al alcance de pocos. Suenan mejor los nombres de las firmas que el resultado de las mismas.

Notre Dame parece chata, pero eres incapaz de apartar la vista de sus torres, de su pasadizo y de sus gárgolas. Desde algún lugar nos vigila Quasimodo. Se lo debemos a Víctor Hugo, el que convirtió en leyenda este monumento ubicado en mitad de una de las islas.

Montmartre, conocido hoy día como el barrio de Amélie, está coronado por la basílica del Sacré-Cœur

El Sena es precisamente la arteria del corazón de París. De él parten sus puentes -sólo esta ciudad puede ponerte la piel de gallina cuando pasas por el Puente del Alma- y sus islas, indescriptibles, pero imprescindibles. Y los barrios, el Barrio Latino, y Montmartre, con sus artistas y sus timadores, tal y como lo imaginé. Aunque nunca habría adivinado la majestuosidad del Sacré-Cœur. Y también sus tejados, que me recuerdan a Amélie, pero sobre todo a Mary Poppins, ¿será la cercanía inglesa?

Una ciudad hay que dormirla para conocerla, pero también hay que pasearla para quererla.

 

 

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